La vida que llora a la muerte en los bares cercanos al Cementerio General es el punto de partida para esta novela de estructura caracolesca, en la que el Viernes de Dolores y la relación entre Tantanis y Ana Julia son la excusa de Miguel Ángel Asturias para desnudar el poder, la necesidad de poseerlo, de retenerlo, de denunciar a aquellos que lo ejercen y abusan de él en todos los estratos y espacios sociales. Asturias retrata el alma de esta sociedad. Un alma compuesta por miles de almas. Almas sencillas, almas mezquinas, almas angustiadas, manipuladoras, enamoradas, almas humanas.
El muro del cementerio. Cal y llanto. Cal y llanto. Fuera la ciudad. Dentro las tumbas. Cal y llanto. Cal y llanto. Además de contar historias y personajes, el lenguaje en Viernes de Dolores produce imágenes, sonidos, olores, sensaciones, pensamientos que permiten que el lector se sitúe y viva, goce, sufra las escenas, que sienta el paso lento o veloz del tiempo y de la gente, que quiera intervenir en los diálogos.
Con esta novela los académicos de las letras delirarán con los guiños autobiográficos del autor; los estudiosos de la historia, la política y la sociología encontrarán un retrato del cotidiano, del pasado pero también del presente; y los lectores comunes, aquellos que leen por placer, podrán escuchar el zumbido de las farolas colgadas en la puerta de la necrópolis, zumbar al que siguieron minúsculos rayos de tempestad entre carbones chisporroteantes y más pronto que luego, el estallido encendesente de la luz blanca, lechosa, sin ojos.
Denise Phé-Funchal.