UNA INVOCACIÓN DE REBELIÓN en contra de lo que debe tener sentido, y una manifestación del
deseo de poseer verdades inventadas abren las puertas de este poemario partido en dos, como se
parte en dos el que vive, pero también recuerda; o el que quizás pensando que recuerda, inventa,
porque solo ingenuamente puede fiarse el poeta de las imágenes que habitan la memoria, cuando
sentir y ficcionalizar son un oficio cotidiano.
Se inicia así un recorrido por lugares reales y metafísicos. Ciudades y “muelles hechos de signos en
fila”, estructuras que solo saben de arribos y despedidas, donde confluyen los jueves, unos tras
otros, donde todo el tiempo está cayendo en picada el sol. Donde Guatemala, Siria y Praga se
convierten en signos de dolor que saltan al presente cuando, hablando de todo lo que no llegó
para quedarse, se intenta transformar un dolor que nunca deja de pasar.
Vania Vargas