Santiago Merino está frente a las puertas del horror y las abre de par en par para que entremos de lleno junto a él. Abogado de profesión, se desenvuelve como fiscal investigando toda clase de crímenes en Guatemala.
Es una especie de Virgilio en el infierno que se muestra cuando van desfilando los delitos más atroces. Los cuerpos brotan como flores rojas en las aceras, que pueblan también los sueños del fiscal, con quien vamos por un salvaje paseo por la insensatez.
La mirada remota es la historia de un tipo que ha visto demasiado al abismo hasta abrazarlo y confundirse con él sin una mano que lo detenga. Es la historia de una búsqueda desesperada, en los libros, en los gestos, en los cuerpos de las amantes, de algo que sabe perdido.
Gerardo Guinea explora la naturaleza de la violencia, en su lado menos hostil pero más profundo. Va tras la idea del odio que provoca esta barbarie. Y la encuentra de frente y en un choque brutal.
Como testimonio nos deja esta potente novela, donde la prosa parca, ruda, desencantada, da pie a un mundo donde la búsqueda no solo es por sobrevivir, sino por contestar las grandes preguntas, entre las que salta ¿por qué nos hacemos tanto daño?
Julio Prado