La Verdadera y notable relación del descubrimiento y conquista de la Nueva España y Guatemala, publicada en 1632 (hace 378 años), nos pinta cómo se formaron aquí en estas tierras, que abarcan desde el sur de México hasta el reino de Guatemala, las maneras del trato político, sus condiciones socioeconómicas, la estrechez de la religión, la corrupción de la burocracia y toda una serie de acontecimientos que se confabularon para estructurar estos países que ahora todavía viven los inconvenientes de una conquista violenta y etnocéntrica.
El caudillo se hace rodear de una serie de personajes que, si bien o son anodinos, tampoco pueden vivir si esa extraña fuerza que emana de una combinación de inteligencia, alguna información y mucha fuerza en las decisiones inéditas. Para el Descubrimiento de América bastaba la última de las condiciones y su protectorado para que surgieran los monstruosos pedros de alvarados y también los merecedores de sus órdenes, como el mismo Bernal y toda una compañía de fieles que están bien compactados por una religiosidad cruel y permisiva.
Normalmente nunca nos preguntamos cómo estamos conformados por nuestra historia cotidiana. Bernal Díaz del Castillo hace acopio de toda su experiencia y su narración, relativamente llana. Nos acerca y descubre las profundidades del criollismo, sus propios dilemas con relación al poder y sus quejas. También nos aclara cómo quienes no se enfrentaron a los primeros reinos indígenas no entendían el trato de caballeros que debió prevalecer y cómo el mismo Cortés lo hizo. Todo esto, relatado de una manera discretamente verdadera y con todas las características de la conquista de un pueblo que estaba acostumbrado a recuperar sus tierras de los árabes, y la conquista nunca la entendió como lo hicieron otros pueblos. Por ejemplo Inglaterra, que se convirtió en el Reino Unido, con una serie de prebendas y disposiciones que no estaban mediadas por la ideología del catolicismo, que cerró de una manera inconsecuente muchas fuentes de sobrevivencia cultural posterior.
El estilo de Bernal Díaz es coloquial y se sirve de la importancia del tema, que los periodistas han heredado, para mantener la frescura de lo memorado: nadie antes lo ha hecho con tanto detalle ni con tanta vivencia. Entonces, Bernal es un maestro que nos enseña varios componentes de nuestra sociedad: la formación del caudillo, nuevas tierras, ambición por el apoderamiento sin necesidad de mediación de orden jurídica, el engreimiento de estar por encima de la justicia por experiencia militar de la conquista, que en el presente conforma una complejidad racista, servidumbre cultural de un grupo de seguidores que no entienden qué pasó. No lo critican y así se fortalece el líder y su grupo. El que se atreva a criticarlo lo hará en relación a otro caudillo y siempre mediará la posesión de dominio que a sus expensas se disfruta. A nuestros tiempos ha llegado solo la ambición de posición sin mediación de la justicia con base en el racismo, que borra lo fenotípico y se queda con la ideación de lo que Lévinas llama la “identificación” del sujeto, que siempre es con quien representa el poder y sus características idealizadas.
Tomo II:
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