Bernal Díaz del Castillo es para nosotros el historiador de la conquista de México, porque a ninguno otro, ni aun a Cortés mismo en sus magníficas Cartas de Relación, por mucho que parezca exagerado o ingenuo, hemos concedido a un igual crédito y autoridad. Podría suponerse que la circunstancia de haber sido actor o testigo y el nombre que impuso a su narración de aquellos hechos memorables, cuando la intituló Historia Verdadera, influyen en nuestro ánimo: pero en realidad concluímos , a poco de meditar posibles interpretaciones, que es la forma literaria lo que seduce, quizás porque recuerda esa manera popular de narrar aparentemente fácil, fluída, sencilla, y en el fondo complicada y compleja, que se divierte a cada instante en cualquiera evocar desordenado y en digresiones que no siempre llegaron oportunas. Los relatos que poseemos de la epopeya mexicana, así los de fuente española como los de procedencia indígena, son en buena copia y de ordinario revestidos de valor altísimo: y, sin embargo, todos ellos van siendo retirados a un segundo término por el más leve descuido de nuestra atención, para dejar solamente y dominando en el primer plano la figura y la palabra de Díaz del Castillo. Y es curioso de observar que no tenemos ningún retrato suyo auténtico.