La obra de Bernal Díaz del Castillo no es un hilván desteñido de noticias ordenadas cronológicamente, sino una obra de arte de altísimo valor humano, de fuerte y cristalino valor social. Es un trozo de vida con amplio carácter homérico porque no está construida para destacar y hacer admirar la figura de un héroe, sino que nos muestra a la multitud de los conquistadores, individualizado cada uno en su propia fisonomía, cualidades y defectos, actos de valor y desfallecimientos momentáneos de desaliento o de miedo; y esto dentro del ambiente en que se movía aquella gesta, que ya nos parece legendaria, en un mundo exterior nuevo, antes nunca visto, y en el momento mismo en que chocan dos civilizaciones, dos conceptos de la vida y del mundo distintos.