En este libro se afirma que el poder judicial es el más débil de los poderes públicos. Esta aseveración se sustenta en evidencia empírica de distintos países, en diferentes épocas y diversas áreas. No es un recuento estadístico, más bien, es análisis crítico de casos elegidos por su sórdida representación y su impacto negativo en la estimación y percepción de la jurisdicción. La evidencia cualitativa empírica revela que la debilidad del poder judicial es por su dócil obediencia al poder político que designa a los integrantes de la cúpula judicial, por su incapacidad de impedir las irrupciones democráticas, su condescendencia con las dictaduras, la fragilidad ante los radicalismos ideológicos, la petrificada cultura de las órdenes jerárquicas institucionales y la falta de templanza y de responsabilidad en el ejercicio de la función jurisdiccional. Pero, la revelación más grave es la imposibilidad de hacer efectivas sus decisiones jurisdiccionales y no poder defenderse de la arbitrariedad y despotismo: esto es severo, porque si los jueces no pueden defender el ejercicio libre de su función, menos podrán proteger los derechos de los justiciables. Pero revelar la debilidad del poder judicial no es el fin del análisis crítico de este libro. Más bien, es el medio a través del cual se trazan líneas de advertencia del peligro de la fragilidad de una de las funciones más relevantes en un Estado de Derecho; también delinea la necesidad de transformar sustancialmente esa aquejosa realidad, presente e histórica; y, entrelíneas, proyecta las bases para diseñar una institución jurisdiccional independiente, racional, transparente, efectiva y, por sobre todo, capaz de controlar, impedir y suprimir la arbitrariedad; a lo que debe agregarse, la aptitud incuestionable de actuar en contra de la criminalidad organizada, de los grupos ilegales y de los sectores espurios, de los cuales debe librar a la sociedad. De esa cuenta, la lectura debe realizarse en clave disruptiva, reconocer la debilidad del poder judicial para apostar por el fortalecimiento de la función jurisdiccional. Adicionando una interpretación multidimensional para comprender, sin prejuicio, las diferentes aristas que el texto abarca. Y, sobre todo, una disponibilidad intelectiva para desaprender las rancias bases del origen, la organización y la funcionalidad de la actividad de la judicatura. Sin duda, para cambiar esa histórica realidad, debe voltearse la mirada al pasado, con desdén, y adelantar la mirada, sobre páginas en blanco, para fijar las líneas constitucionales base de un poder judicial equilibrado con los otros poderes públicos y capaz de cumplir independiente, imparcial e íntegramente su función. Esto sería insuficiente, sin la implantación de una nueva cultura de prácticas judiciales y jurisdiccionales, que debe impactar en la participación, percepción y confianza de los ciudadanos hacia los jueces.