En estas páginas usted encontrará 52 semanas escritas de un calendario que cuenta cualquier año, o quizá ninguno. El tiempo en realidad no es tan importante; de hecho, se queda quieto en buena parte de los relatos.
Hay algo que se toma prestado de la infancia en estas 52 semanas, y es esa capacidad de mezclar memoria con imaginación y relato. Pero este no es un libro infantil, sino es un libro que trae a la adultez lo más puro de la condición humana que habita en la infancia.
Este libro está escrito con la misma libertad del sueño, que es quizá la forma más honesta de organizar nuestro pensamiento. Una forma que nos parece difusa y brumosa del lado de la realidad, pero que valiéndose de la literatura devela, desempaña y pone sobre la mesa otras formas de la verdad.