El impacto del viento fuerte apenas afectó el poder de la Tropical Platanera S.A., que desde la época del Papa Verde extrae la riqueza de la costa.
Amparada por el gobierno de la fiera, la “Tropicaltanera” ejerce la violencia, explota el oro verde, reprime y amedrenta todo intento de huelga. La costa huele a sangre y a plomo y en la ciudad un hombre sueña con alguien que sobre una carroza grita “¡Adelante, pueblo!” porque cada vez es más clara la inconformidad con el “chos, chos, moyón, con” expresión para referirse a las manos extranjeras que golpean al pueblo.
La esperanza de cambio, de que el “chos, chos, moyón, con” adquiera otra connotación, la de la lucha organizada, se va formando a lo largo de Los ojos de los enterrados, de la mano de Octavio Sansur, Malena Tabay, Juambo, Sambito, los Gambusos y otros personajes que al tiempo que forjan el camino a la posibilidad de transformación, muestran las alegrías, las traiciones y los temores de la organización social.
Con la mirada crítica y con el lenguaje poético y sonoro que caracterizan a Miguel Ángel Asturias, Los ojos de los enterrados cierra el ciclo de la Trilogía Bananera a través de un universo lleno de personajes entrañables —y otros un tanto odiosos— que nos llevan a reflexionar, a replantearnos qué tanto —después de más de sesenta años de la primera edición de esta novela— han cambiado los actores, las represiones y las condiciones sociales que inspiraron a Asturias.
De acuerdo con el mito, “los ojos de los enterrados se cerrarán juntos el día de la justicia o no se cerrarán", por lo que cabe preguntarse, ¿cuándo podrán cerrarse?, ¿cuándo descansar en paz?