En 1968, el joven Eloisio Ayarza, persona sencilla, reservada y generosa, pretende llevar una vida tranquila, aislada de los conflictos y sucesos que atormentan en esos días el mundo: Vietnam, el mayo francés, los asesinatos de Robert Kennedy y de Martin Luther King, la masacre de Tlatelolco, la matanza de My Lai, la invasión de Checoslovaquia por las tropas soviéticas, la guerra civil que azota su propio país. Ayarza encarna al ciudadano común, anónimo e indiferenciado, objeto de engaños y abusos.
La alevosa ejecución de su hermano Héctor por una organización de sicarios, no obstante, despertará en él un insospechado afán de venganza y, sobre todo, la comisión de una crimen de sangre que tratará de esconder entre los numerosos y espantosos asesinatos que cometen a diario en su país las dos fuerzas militares en conflicto.
El arco del personaje y de la historia es, en definitiva, ese: la transformación de un ciudadano normal en una especie de ángel vengador, debido a que la justicia no tiene para él una respuesta. A lo largo de los años, Ayarza guardará en secreto su crimen y tratará de justificarse con muy variadas excusas. Pero, debido al síndrome de estrés postraumático que padece a consecuencia de la guerra, un rebrote del mismo justo el día de la boda de su hija desencadenará un rosario de recuerdos y reencuentros (los fantasmas) que le habrán de atormentar durante todo el festejo.
Inspirada en hechos reales y experiencias personales del autor, Heridas tiene la noche ofrece una nueva y diferente visión de la guerra civil que se libró en Guatemala a lo largo de treinta y seis años. Y al respecto es preciso decir que, tras la conclusión del conflicto, han aparecido infinidad de textos, casi todos de corte político, muy poquitos de ficción que merezcan la pena, y todos, absolutamente todos, sesgados a uno u otro bando. Heridas tiene la noche toma distancias de esa polaridad para ofrecer al lector, no un ensayo ideológico como ha sido lo habitual, sino una novela en el sentido más amplio y moderno del término, con la guerra civil de Guatemala como telón de fondo y desde el punto de vista de quienes no la hicieron ni formaron parte de ninguno de los bandos, pero que acabaron contagiándose de ella. Heridas tiene la noche es también una novela antibélica donde los personajes expresan su repudio por una guerra sucia y repugnante que causó en Guatemala alrededor de 200,000 muertos, la mayoría civiles. Es también una condena del crimen de sangre como solución a los problemas sociales, y al que no obstante se sigue recurriendo hoy día allí donde fracasa la negociación y la política. Y un párrafo que el autor pone en boca de uno de los personajes así lo refrenda: «El primer delito de la humanidad no fue la rebeldía o la búsqueda del conocimiento. Esos no son delitos, son virtudes. Los verdaderos delitos son otros. Antes de que hubiese ladrones, violadores, pederastas o estafadores, antes de que en la historia de los hombres aparecieran corruptos, narcos, secuestradores, pirómanos y oficios por el estilo, hubo un crimen. Un ser humano asesinó a otro ser humano. Y ese fue el delito original, el verdadero, el más repugnante y detestable de todos, y el que, con más de medio millón de homicidios en el mundo cada año, sigue siendo el primero de todos». La conciencia de su crimen lastrará la vida de Eloisio Ayarza. Y no será sino hasta un día tan señalado como el de la boda de su hija cuando, tras un inesperado desenlace, su vida y espíritu logren hallar alguna paz.