Con la Eneida, el gran poema épico de Roma y cumbre de la literatura occidental, Virgilio revive un género que nunca había llegado tan alto desde las epopeyas homéricas, y que no volvería a hacerlo ni con sus mejores sucedáneos medievales y renacentistas.
La Odisea, “novela de viajes”, sirve de modelo para la primera mitad; la Ilíada, épica bélica, para la segunda. Más allá de su belleza poética sobriamente elaborada y del interés que pueda despertar en tanto narración, el texto todo es una honda reflexión acerca del hombre, sus pasiones, sus miserias, sus valores y virtudes, sus logros y quebrantos, el conflicto de todos los tiempos entre el deber y el deseo. Y es también una muestra superlativa de la función que cumple el pasado histórico y mítico-legendario en la configuración de la identidad de un pueblo, y de las muchas y sutiles formas en que puede ser modelado para hacer de él un instrumento del presente. No importa cuán lejano en el tiempo esté un producto de la cultura. En él siempre habrá, como en la Eneida, un invalorable disparador de reflexiones acerca del aquí y el ahora.
La traducción de Eugenio de Ochoa, primera versión moderna en nuestro idioma, fue la escogida por Pedro Henríquez Ureña para su publicación por Editorial Losada en 1938, junto con una ejemplar introducción de quien lo asesoraba en esta materia, María Rosa Lida. A partir de esta edición se agregan, para comodidad del lector, la numeración marginal de los versos, un subtitulado de episodios y notas de Alicia Schniebs.