En una prosa clara, honesta que no recurre a más apoyos que la maravillosa sencillez de una historia que se hace perfectamente verosímil por la transparente credulidad con que se cuenta, Mónica Zak nos lleva por la vida de un niño saharaui (Sahara Occidental), normal como cualquier otro chico, salvo por que criado por avestruces en medio del desierto.