Eso es este libro: una conversación y también un camino. En él hemos dejado el testimonio de una búsqueda que compartimos. En él están las preguntas, las intuiciones y las ideas que he-mos visto crecer durante muchos años. Todos los involucrados en la preparación de estas páginas hemos tenido el privilegio de coin-cidir alrededor de nuestra práctica tradicional, y eso nos ha llevado a pensar la Semana Santa en Guatemala desde las múltiples aristas que la conforman y desarrollan, más allá –y más acá– del hecho religioso que le da origen.
Partimos de la vivencia personal y de la contemplación íntima, pero no nos limitamos a ellas. Pensamos que la historia, el arte, la antropología, la semiótica, la arqueología, la sociología, la econo-mía, la filosofía, la literatura y la teología aportan valiosas perspec-tivas para analizar –desde un enfoque multidisciplinario y transdisciplinar– la fiesta popular más amplia de Guatemala, ya que todo el país vive profundamente –de una u otra manera– este tiempo don-de la cultura popular se expresa con gran intensidad.
Sentimos la necesidad de actualizar las formas de pensar este ciclo tradicional tan importante, y asumimos el firme compromiso de abordar la tradición desde enfoques diversos que tiendan puen-tes entre las ciencias sociales, las artes y la religiosidad popular. Así, podremos acercarnos no sólo a la tradición que nos convoca, sino a la sociedad que ha volcado en ella su creatividad, sus anhelos, sus contradicciones, su historia y su ser colectivo.
Este segundo volumen de la serie Nueva narrativa de la Semana Santa guatemalteca reúne 13 ensayos que muestran la diversidad a la que nos referimos líneas arriba, que nacen de la realidad de un lu-gar llamado Guatemala –muchas veces sitiado por el absurdo, pero profundo siempre–, como la «fe veterana» a la que aludió Mario Benedetti en su poema El Sur también existe. Por todo esto decidimos nombrar este libro Calle, memoria y tiempo.
Sirva este nuevo aporte, variado y rico en contenidos, análisis, datos, reflexiones y recuerdos, como un impulso para seguir acercándonos a la tradición más importante del país, que consti-tuye precisamente en la calle, en la memoria y en el tiempo, uno de los pocos bastiones de orgullo e identidad que nos van quedando como guatemaltecos; pero también de la esperanza que es reflejo de las luchas permanentes de sus pueblos.