La mente sigue siendo hoy un misterio que nos desvela. Nos permitió crecer más allá de lo imaginado, superando cualquier ficción, pero también se convirtió en nuestra prisión: no podemos escapar de lo que nos muestra, lo que nos cuenta. Y en su marcha, ni más ni menos, construye nuestra identidad y la realidad en la que vivimos. Fue diseñada en algún momento de nuestra evolución para detectar lo que está mal, para corregirlo y prevenirlo.