El autor que presentamos tiene la capacidad de abrir lo indecible, el paso al inframundo, el delicado y peligroso encuentro con la consciencia. Es, a la manera de los grandes narradores de lo horrendo, una especie de zombi que interactúa con nosotros llevando desde su saludo un contacto con lo terrible. Su amistad es silenciosa; su presencia, solo atisbada bajo los más estrictos controles de los sentidos porque uno corre el riesgo de pensar que lo vio, que habló con él, y no fue así.