Barnoya roza la genialidad en la mayoría de estos retazos con los cuales pespunta una historia, la de este país, plagada de soledades y lágrimas. Y con esa picardía del que sabe que el arte de escribir consiste en expresar sentimientos sin citarlos por su nombre, pinta al lector un violín y le deja sin moraleja, pero, eso sí, con un sabor a aguarrás que hace arder las encías.
Francisco Pérez de Antón.
Comulgando consigo mismo, el Dr. Barnoya reunió 24 breves piezas maestras que, una a la par de la otra, integran una obra maestra mayor: Últimas palabras.
JL Perdomo Orellana.