Cuando Guillermo Cabrera Infante leyó La traición de Rita Hayworth, lo «cautivó no sólo su encanto oral sino ver que era una novela con páginas de celuloide: la fábrica de la trama era el cine». Relato de la vida de una ciudad de provincias en la Argentina de los años treinta y cuarenta, estas páginas desvelan con crudeza la alienación de una colectividad dominada por los mitos cinematográficos y, en especial, la historia de un chico asustado que se siente distinto y que encuentra en el cine un refugio y una ventana al mundo exterior.En un lenguaje de inigualable precisión y fidelidad al habla cotidiana, Manuel Puig narra la frustración esencial de los habitantes de un pueblo que no es sino una recreación ficticia de su pueblo natal y de una infancia que también fue la suya. Sobre unos y otros planea en la pantalla plateada la amenaza de una Rita Hayworth tan mítica como traicionera con los adoradores incautos. «La traición de Rita Hayworth [...] levantó el telón detrás del cual la escena muestra una obra que se convirtió en culto de un público leal a las letras de un argentino dispuesto a tirar el muro convencional de la literatura, y dispuesto a subvertir los géneros», según palabras de Rafael Pérez Gay en el prólogo.