El exiliado no es solo un relato de la época de la Reforma y la Contrarreforma… aunque también lo es. A decir verdad, constituye una descripción de cómo las diferentes sociedades se definen y se labran no únicamente en el presente, sino también en el futuro basándose en los valores que abrazan. Son esos valores los que las convierten en fuertes o en muy débiles a la hora de enfrentarse con crisis. Esos valores son, además, los que las colocan sobre la senda de un futuro próspero o de una repetición de desastres ya sufridos en el pasado.
Lo mismo podría decirse de hermanos y médicos, con pícaros y clérigos, con amigas y amadas, con niños y jueces. Sin embargo, a pesar de su carácter anónimo, todos y cada uno de ellos se ven afectados por los modelos sociales en los que viven.
El exiliado es, pues, una obra de ficción, pero aborda cuestiones reales y, sobre todo, trascendentales para sociedades y personas, personas cuyos nombres jamás quedarán en los libros como sucede con el protagonista de esta novela. Personas anónimas, sí, pero que no por ello dejarán de realizar aportes –no pocas veces miserables y viles como los de Fernando y Alfonso–, sino también hermosos y positivos como los de la vecina del exiliado, el médico de la perilla o Marguerite. El Exiliado es para todos los que van por el mundo buscando paz y libertad.