De los espejos de obsidiana enterrados en la urbe totonaca de El Tajín a los espejos ibéricos de Cervantes y Velázquez, un intercambio de reflejos culturales ha ido y venido de una a otra orilla del Atlántico a lo largo de más de quinientos años; este ensayo cuenta esa historia. Sólo nos vemos enteros en el espejo desenterrado de la identidad cuando aparecemos acompañados del otro; entonces somos por fin capaces de convertir la experiencia en conocimiento.