Gracias a la llegada de fray Pedro Pardo de Figueroa, amigo personal del Rey Felipe V, al obispado de Guatemala, se pudo concluir felizmente tan ansiada sede metropolitana, marcándose una etapa decisiva en la historia de la Iglesia de Guatemala.
Bajo la autoriada de los arzobispos se logra no sólo un desarrrollo eficaz de la vida cristiana de todos los fieles, sino también que los prelados participan influyentemente en el desarrollo económico de todas las provincias que coprendian la Gobernación y Capitanía General de Guatemala. Gracias a la habilidad política, espíritu religioso y capacidad interlectual de los arzobispos de esta Sede, el arzobispado supo hacer frente a los diversos porblemas que se presentan, y capear los temporales que azotaron a la Iglesia a través de los siglos.
