El lobo vivirá con el cordero, la pantera dormirá con el cabrito… y un niño los llevará de la mano. En 1851, un naturalista inglés creacionista, Thompson, publicaba un voluminoso libro que, narrando asombrosas historias de animales como lo haría la etología 100 años más tarde, convertía la profecía bíblica de Isaías (XI:6) en el “proyecto político de composición de un mundo donde reine la paz entre humanos y no humanos”.
Esas historias fueron silenciadas en el ámbito de las ciencias por “preguntas incorrectas”, como las que les dirigen Freud y Darwin a sus monos machos, celosos y agresivos, por las prácticas de los laboratorios conductistas que entienden objetividad y universalidad como desapego y producción de pasividad, o por las teorías de la competencia utilitaria de los “genes egoístas” en la sociobiología.
Heredando el proyecto de Thompson y las sospechas del naturalista anarquista Kropotkin, aliada a unos cuervos “criminales” amigos de los lobos y un científico que deviene cuervo, a unos loros que hablan “de verdad”, a algunos activistas, y sobre todo a las primatólogas que devienen mujeres científicas con sus monas a partir de la decada del ‘60, Despret recupera historias de transformaciones mutuas que nos hacen y hacen a los animales más interesantes y más ricos, historias de intercambios de propiedades, de activación de competencias y movilización de voluntades, de cambios de hábitos y de prácticas.
En el marco de una cohabitación cada vez más difícil entre los seres vivos del planeta, y contra un conservacionismo tan falso como imposible, Despret apuesta a transformar a los animales y a que nos transformen, a una ampliación de nuestras colectividades, “para crear un buen mundo común: ese en el cual el lobo vivirá con el cordero, ese en el cual se hallará, entre las crías de los hombres, alguna que los lleve de la mano”.