Pocos artistas gozan el honor de tener dos países que le reclamen y que, como corolario, no sientan celos por compartir-lo. Éste es el caso de Carlos Mérida quien nunca dejó de ser guatemalteco pudiendo haberse facilitado la vida aceptando la nacionalidad que México le ofreció de corazón y que él supo rechazar sin ofen-derlos. La verdad es que cuando Mérida murió el 22 de diciembre de 1984 ya no necesitaba un papel que señalara dónde había nacido ya que, con su trabajo, había conseguido posicionarse como artista latinoamericano de altos vuelos.