Veinticuatro horas alcanzan para que una vida monótona cambie para siempre. Abandonar una familia, perseguir la pasión, enamorarse como si fuera la primera vez. Como un prisma maravilloso, cada lector y lectora que se asoma a esta novela puede ver distintas formas y razones para hacer estallar una vida en mil pedazos, en mil miradas.
El sistema judicial estatal seguramente decide sobre estas cosas con mayor rigor que yo; tiene la obligación de proteger sin piedad las costumbres y convenciones universales: eso lo obliga a condenar en lugar de perdonar. Personalmente, me genera más placer entender a las personas que juzgarlas.