Es la memoria, un eje. Una radiografía de nuestro centro, una construcción (cual espina dorsal) de una biografía. Archivos pues, llenos de diapositivas ordenadas; recursos visuales y emocionales para el tuétano del alma. Sin ella, no es que fallemos, pero sí tendemos a quedar varados en las cuentas del olvido, a la orilla del tiempo, escuchando rugir a un pozo del cual no tenemos cubo –y menos lazo- para ir a sacar agua fresca de las grutas interiores, y por tanto, entender el ahora, trago a trago.
Aquí, en este libro hecho de pedazos, reconstruido a puro pulso, con remiendos del viento, esquirlas de paciencia, telares hechos a puro dolor, es que Otto Letona, hace un puente para que todos pasemos al otro lado del sufrimiento.
Aquí, con la mística del orfebre, se hace una estampa del rostro que hay que ponerle a la vida –a pesar del desasosiego-, y que la esperanza es una posibilidad a cada respiro, para que, en el camino recorrido recordemos que: en cuanto más vacíos cavemos, más fosas estaremos llenando.
Venga pues, el claro líquido que se sorbe aquí, como una cápsula de silencio y contemplación, en la parte lenta donde se reclina la lágrima a beberse desde adentro.
Paolo Guinea Ovalle