Santiago es un ciudadano de su infancia. Allí, sumergido en ella, patas arriba, gozando, sufriendo y aprendiendo de qué demonios se trata la vida. Santi va sorprendiéndonos página tras página, con su “extraño” modo de mirar las cosas de este mundo, mirada que es –por supuesto– patrimonio de ciertas almas terriblemente juguetonas.