Una sucesión de textos breves, unidos por un sutil hilván que permite leerlos también de manera autónoma, conforman este libro atípico en torno a un sentimiento plenamente humano, una suerte de mosaico narrativo que explora la saña más allá de la crueldad y el encono. Las historias y los temas –algunos habituales en la literatura de Glantz– se entrecruzan y reiteran como variaciones de una pieza musical (el cuerpo y la moda, lo escatológico, el antisemitismo, Auschwitz, la intolerancia hacia lo monstruoso y lo incompleto en el Antiguo Testamento, los museos de Nueva York, la vida de artistas como Spencer, Bacon, Freud, Scarlatti o Rimbaud) en una prosa precisa y despojada de marcas gráficas, que encuentra la fluidez en el borramiento de las fronteras entre la voz propia y la ajena. Humor, erudición, elegancia e ironía en un libro que se revela en contra de toda clasificación, una obra exquisita de una de las escritoras más renombradas de las letras mexicanas, que asegura que es necesario ensañarse para poder escribir.