Un íntimo e inmediato requisito se levanta como aduana al que decida recorrer estas páginas: no escamotear los desfiguros del corazón ni ahorrarse la hondura sangrienta del sentimiento. Aquí se dan cita la bendita pureza, los héroes niños, la poesía como tarjeta de identidad del objeto idolatrado, el seminarista de los ojos negros, las arquitecturas de la pasión y los destinos, el vértice del juramento y la soñada extremidad de Macorina. Poesía popular mexicana es el imprescindible del siempre heroico y galano arte de declamar.