En la Argentina de 1983 se abría un momento histórico crucial: a las expectativas despertadas por la recuperación democrática se sumaba la necesidad de refundar las instituciones, dotar de legitimidad el ejercicio del poder y vitalizar la discusión política. Carlos Nino, uno de los juristas argentinos más reconocidos, entendió que su mejor contribución a esa etapa era aportar ideas para resolver las urgencias del país.