Una invitación a no estudiar derecho el Derecho, para cambiar nuestra relación con las leyes que nos rigen y sus operadores.¿Desde hace cuánto tiempo se dirá, a modo de chiste, que los abogados y los plátanos se parecen en que no hay uno derecho? ¿Por qué en México, a pesar de que se abre una nueva escuela de Derecho cada semana —¡hay más facultades de Derecho en Puebla que en todo Canadá!—, no vivimos en una cultura de la legalidad? ¿Por qué pareceque es necesario disfrazarse para ejercer la profesión o hablar en un idioma tan extraño que tiene su propio nombre: el abogañol?Algo anda mal con la formación y el papel que desempeñanlos abogados en la sociedad. Quienes deberían fungir como garantes del Estado de Derechoe igualadores de los ciudadanos ante el sistema de justicia, muchas veces terminan como guardianes del statu quo y defensores de los intereses de unos cuantos. Por ello, la primera parte de este libro revisa con mirada crítica los principales vicios y obstáculos que afectan la labor de los abogados: desde el conservadurismo dentro del gremio hasta la dificultad para adaptarse a los cambios tecnológicos, pasando por el machismo y la uniformidad aplastante.Por supuesto, este libro no defiende la idea de un mundo sin abogados. De lo que se trata, nos dice Juan Jesús Garza Onofre, es de estudiar y practicar el Derecho de una forma distinta, con creatividad, empatía y tolerancia. Así, la segunda parte de No estudies Derecho ofrece múltiples salidas al atolladero descrito en la primera, para poder contar con mejores abogados y abogadas, libres de estereotipos anquilosados, y que ayuden a construir sociedades más justas.