Para Buñuel, el cine fue un instrumento de poesía (el misterio, el humor, el azar) por los que la realidad se filtra hacia esa otra dimensión superior que el grupo de Breton denominaba superrealidad. Si en cada una de las obras que configuran su filmografía, la estructura de la representación es diferente ( del rêve al documental, del misterio a la comedia filosófica), todas y cada una de sus películas participan de la nobleza de una cólera moral capaz de amalgamar brutalidad y sutileza, paradoja y tragedia, solemnidad e irreverencia en una poiesis que, con palabras de Octavio paz, "como ciertos gravados de Goya, algún poema de Quevedo o Prévert, ciertos pasajes de Sade, un esperpento del Valle-Inclán o una página de Gómez de la Serna, traspasa los límites de su arte; nos enfrentamos entonces a una obra que encuentra sus equivalencias más allá de su mundo".
