Los quince relatos de Los zopilotes
y Su segunda muerte tratan de la
pobreza, la violencia, el alcoholismo,
la soledad y el amor. Hay personajes
que buscan consuelo en la cantina
y empinan el octavo hasta beberse
la última gota de vida. Mujeres
fuente de leche, llenas de dolencias
y lamentos, atrapadas entre chirises
hambrientos. Destinos ineludibles.
La muerte ronda sobre la cabeza de
los protagonistas cómo una espiral
de zopilotes, un caracol de luto.
Esta es una colección de anti
postales que podrían suceder en
cualquier pueblo perdido del mundo
pero que fueron inspiradas en la
Antigua Guatemala y en sus aldeas
cercanas. Luis de Lión se pone
con la misma facilidad en los pies
del niño de los ojos de agua como
en los del aprendiz, el caitudo o doña Autoridad. Sabe ser un Jesús
mendigo, olvidado, muerto de sed o desaparecido por las fuerzas
de seguridad. En su lucidez, reconoce la crueldad extrema del hombre
capaz de torturar a un pájaro. Narra con la sencillez y claridad de un buen
maestro de pueblo, pero también reta, experimenta con la palabra, estira
el lenguaje, lo encoje y crea un sello propio, poético y sensible que permite
vislumbrar la luz entre la oscuridad de sus relatos.
Como en la más triste de sus historias, un 15 de mayo de 1984, a los
45 años de edad, Luis de Lion salió de su casa y nunca más regresó. Las
fuerzas represivas del Estado guatemalteco lo asesinaron. Su cuerpo no
apareció, pero sus relatos son semillas que esparcen vida.
Lucía Escobar
Antigua Guatemala, mayo 2015
