«El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema, acaso el más vital de la metafísica; la eternidad, un juego o una fatigada esperanza.»
El ensayo que da título a este libro, publicado originalmente en 1936, se propone como una historia de esa imagen, esa burda palabra enriquecida por los desacuerdos humanos: la eternidad, un artificio que nos libra [...] de la opresión de lo sucesivo, tema también de "La doctrina de los ciclos" y "El tiempo circular". La índole de lo metafórico es asunto de "Las kenningar" y "La metáfora"; la de la traducción, lo es de "Los traductores de 'Las mil y una noches'". En "El acercamiento a Almotásin", que completa el volumen junto a "El arte de injuriar", Borges, al reseñar con detalle prolijo y erudito el libro del mismo nombre, juega: el libro no existe (al menos fuera de su imaginación). Tiempo y espacio, y en consecuencia eternidad e infinito, son en última instancia la materia básica de esta obra que tiene inscripto el germen que el genio borgeano desplegará durante medio siglo más.