Esta es la crónica de la estirpe del último emperador azteca. O bien es el relato de un monumental engaño urdido por un pícaro del siglo XXI. Tal vez es las dos cosas al mismo tiempo, ya que la Historia ofrece a menudo las suficientes grietas como para que por ellas se filtre la invención.
En el siglo XVI, una hija de Moctezuma es raptada por un noble español que la lleva hasta un pueblo remoto del Pirineo. Allí nacerá un niño, origen de una enloquecida familia vinculada a un tesoro que, según cuenta la leyenda, fue enterrado por la princesa en tierras catalanas. La búsqueda de ese tesoro conduce al narrador hasta un personaje inverosímil, Kiko Grau, quien, aprovechando su condición de heredero del imperio azteca, se introduce en la alta burguesía de Barcelona. Entre el delirio, la picaresca y la responsabilidad histórica que le impone su origen, Su Alteza Imperial triunfa en la España franquista estafando a todos aquellos que anhelan añadir a su nombre un título nobiliario que los avale socialmente. Por absurdo que sea el título. Por falso que sea el reconocimiento que conlleve.
Ese príncipe que fui es la deslumbrante narración de la vida frenética de Federico de Grau Moctezuma, de sus glorias y de sus fracasos, de su afán de ostentación, de su afición a la fiesta y al alcohol, de su ascenso y su caída, y de su oscuro retiro en un pueblo mexicano cuyos habitantes son los únicos que reconocen sus nexos con la realeza prehispánica.