Nunca antes en este mundo obsesionado por la belleza física, la juventud, el brillo y la apariencia, los seres humanos hemos tenido un anhelo tan profundo de valores auténticos, serenidad, ternura, transparencia y sabiduría, como ahora. Y son éstas, precisamente, algunas de las riquezas que trae la edad y que necesitamos cultivar a nivel personal y social en todas las etapas de la vida.