«En todo el mundo se muere igual. En los campos de refugiados somalíes, los míseros barrios de Karachi o en los slums de Dacca, la lucha con la muerte sigue las mismas etapas. En los niños desnutridos la desintegración se activa al cabo de pocos días. El cuerpo agota primero las reservas de azúcar y después las de grasa. Los niños se vuelven primero letárgicos, después cada vez más flacos. El sistema inmunológico se colapsa. Las diarreas aceleran el marasmo. Los parásitos bucales y las infecciones en las vías respiratorias causan dolores terribles. Entonces el desfallecimiento empieza en los músculos. Los niños ya no pueden sostenerse sobre sus piernas. Sus brazos cuelgan sin fuerzas junto al cuerpo. Sus rostros parecen los de ancianos. Entonces llega la muerte». (Jean Ziegler, del prólogo de El hambre en el mundo explicada a mi hijo).