A diferencia de otras artes, la "obra" del arte de curar es invisible, su "forma" más perfecta es la ausencia de la enfermedad. Por ser ésta su paradójica excelencia y también su aparente precariedad, desde la Grecia antigua algunos filósofos trataron de defender la tarea del médico ante la opinión pública. Hans-Georg Gadamer retoma esta antigua tradición para ofrecernos una importante reflexión sobre lo esencialmente humano de la medicina, sobre el auténtico saber del médico que comienza en el momento en que hay que tomar decisiones más allá de los recursos de las ciencias objetivas.