A principios del siglo XX, en ciudades y pueblos distribuidos por todo el territorio salvadoreño, asociaciones de artesanos, grupos de mujeres, estudiantes universitarios e intelectuales salieron a las calles y se organizaron para la lucha política. Su objetivo era evitar que el país corriera la misma suerte que Cuba, Panamá o Nicaragua, países que habían perdido su soberanía debido a las ambiciones hegemónicas de Estados Unidos. Este libro muestra que los principales actores en las relaciones entre El Salvador y Estados Unidos fueron estos grupos antiimperialistas. Ellos forzaron a los gobiernos de Manuel Enrique Araujo y Carlos y Jorge Meléndez a adoptar políticas hacia el poder del norte que hubieran sido inconcebibles sin la presión desde abajo. El activismo de las clases populares salvadoreñas fue elemento clave para impedir que l país fuera declarado protectorado estadounidense y que se instalara una base naval en el Golfo de Fonseca.