La tesis de la separación de derecho y moral es un corolario del liberalismo político. El derecho y el Estado no encarnan valores morales ni tienen el cometido de afirmar, sostener o reforzar la (o una determinada) moral o una cierta cultura, religión o ideología, ni siquiera de tipo laico o civil. Por eso no deben inmiscuirse en la vida moral y privada de los ciudadanos, defendiendo o prohibiendo sus estilos de vida, creencias ideológicas o religiosas, opciones políticas o culturales.