Cyrano de Bergerac es la pieza de teatro más conocida de Edmundo Rostand, célebre autor del romanticismo tardío francés. Cyrano, pese a sus arrebatos, al desplome espiritual, a su ufanía no exenta de tristeza, es la calca del ser humano que no se rinde, y si lo hace, es solamente por momentos, para levantarse por la poderosa fuerza del heroísmo amoroso que lo salva y se auxilia con la lealtad a las grandes causas.
Con el pretexto de la nariz, añadido protuberante que quiebra la imagen de belleza, Rostand recrea los matices del sufrimiento humano y acaba por convencernos de que el propio infortunio suele ser más caro al hombre que la felicidad, porque ciertamente, todos terminamos por amar joroba, flaqueza, imposibilidad y daño, o sea, el elemento doloroso que, por destino, nos es afín y ha sido de por vida insoslayable.