A más de treinta años de la recuperación de la democracia, y pese a lo que se ha avanzado en la consolidación y expansión de derechos y garantías ciudadanas, así como también en el terreno de revisión honesta de nuestro pasado reciente de terrorismo de Estado, el fenómeno de la tortura y losaamlos tratos en cárceles y comisarías sigue siendo una terrible y lamentable realidad.
A pesar de las permanentes denuncias de la comunidad internacional, de los esfuerzos que se han llevado a cabo en los últimos años, en especial por parte de organizaciones de derecho humanos y de algunas agencias estatales, y más allá de las buenas intenciones puestas de manifiesto por las más altas autoridades de todos los poderes del Estado, sigue siendo cierta la perspectiva que posee un detenido de sufrir intramuros un grave atentado contra su dignidad, en muchas instituciones de encierro. Deviene inevitablemente una reflexión, en un Estado social y constitucional de derecho, ¿acaso la libertad, la dignidad y la vida no son los valores fundamentales?
En el contexto del sistema penal, la pervivencia de al tortura y demás prácticas ilegales a detenidos es, sin lugar a dudas, la deuda pendiente más urgente en el proceso de consolidación de nuestra democracia, merecedora también de una política de Estado que articule los cambios necesarios. Porque afecta a decenas de mmiles de personas en situación de encierro. Porque consituyen atentados a los más preciados bienes jurídicos de un Estado de derecho. Porque degrada también a los per petradores y a sus instituciones estatales. Y porque destruye las pocas esperanzas que Occidente le sigue deparando a las ideologías de la resocialización, al consagrar unas condiciones que conducen fatalemnte a la reincidencia, con impacto también en las demandas públicas de seguridad.
De modo que, estimado lector, le pido que, en este momento, se formule esta decisiva pregunta: ¿cree usted que el preso sigue siendo un ciudadano? Si su íntima respuesta es que sí, o bien, al menos, está dispuesto a considerarlo, entonces continúe con la lecutra de esta obra. De otro modo, este libro no es para usted.