"Soy un drogadicto. Tomo Diez cafés por día", declara sin vueltas en el prólogo de su libro Nicolás Artusi. Semejante conciencia de sí mismo, tamaña confesión, no puede sino preparar el mejor de los terrenos para encarar la genealogía de una de las bebidas más controvertidas de los últimos diez siglos de historia. Elixir para algunos, tóxico para otros, el café toma y tomó parte en las disputas de los poderes políticos y sociales ya desde su remoto origen en Etiopía.