La narrativa de Fátima Villalta tiene una dimensión política en el sentido del filósofo francés Jacques Rancière, no por el posicionamiento político o ideológico de la autora o por contar los “grandes” acontecimientos políticos, sino por hacer audibles y visibles esos seres humanos en la disputa y negociación de los asuntos políticos. Con esto, rompe con la tradición narrativa secular canonizada de los grandes “héroes y mártires” y nos permite entender más profundamente nuestras sociedades y los individuos que las viven, sufren y configuran.