En donde yo nací la cosa es curiosa: a nadie le importa mi apariencia. En cambio, en tu mundo algunos podrían confundirme con la toalla del perro (la verdad, me parezco más a la nada). Hay quien me llama "presencia", "visión" o, simplemente, me conoce como "lo inexplicable". Puedo atravesar paredes, conozco personalmente a las musas inspiradores y soy capaz de hacer amistad con un bebé presumido. ¿Ya lo adivinaste? Pues sí, soy un fantasma.