Arturo y su abuelo encuentran en los alrededores del lago Pichette
a un perro perdido. El niño se entusiasma con él y quiere conservarlo.
Después de comprobar que no tiene dueño, lo llevan a la casa de los
abuelos y allí, deben convencer a la abuela de que les dé permiso de
quedarse con él. Para eso, deben demostrarle que es un perro útil;
podría ser un guardián o un perro salvavidas, pero a veces, no hay
necesidad de demostrar nada, basta solo con ser uno mismo.