OTTMAR ETTE / ALEXANDER VON HUMBOLDT
La ciudad de Jena, con sus 4.000 habitantes y sus rebaños de ovejas cruzando las calles empedradas, vio perturbado su sosiego académico y pastoril en los últimos días de diciembre de 1794. Un grupo estridente encabezado por Schiller, Goethe y un jovencísimo científico que empezaba a andar en boca de todo el mundo, Alexander von Humboldt, habían adoptado la costumbre de reunirse a diario en la casa del primero, en la plaza del mercado, para discutir de ciencia con calor y estrépito, pasión y risotada hasta bien entrada la noche. Conocer al científico ejerció un poderoso estímulo sobre un Goethe cuarentón, algo barrigudo y melancólico, hasta el extremo de que Humboldt pudo bien ser la inspiración de su Fausto