La idea de examen directo es y parece sencilla, pero se enfrenta a dos tipo de prácticas que debemos superar a la hora de mejorar las herramientas para litigar. La primera, consiste en la creencia de que el testigo debe ser "arrojado" al juicio para que exprese con "libertad" todo lo que sabe. Lo que subyace a esta práctica es la idea-prejuicio de que la actividad de las partes es siempre y todo caso una actividad distorsiva del testimonio.