CLASES DE HEBREO

CLASES DE HEBREO (Libro en papel)

AMG EDITOR CUADERNOS DE LA SELVA PROFUNDA

Q. 115
IVA incluido
Único ejemplar a confirmar
Editorial:
AMG EDITOR
Año de edición:
Materia
Novela
ISBN:
978-84-88261-76-2
Encuadernación:
Otros
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Entrevista de Marta Sandoval
Irse a la cama con ellos resulta breve pero conmovedor. Los dos son menudos, tan cortos que bien se puede acabar con los dos en la misma noche. Y a la noche siguiente, aunque ya no estén, quedará su recuerdo, una sonrisa en los labios y un ligero estremecimiento de la piel al evocarlos. “Son one night stand”, dice Eduardo Halfon, que entre risas, habla de sus nuevos libros Clases de hebreo y Clases de dibujo, dos volúmenes de cuentos delgaditos pero sustanciosos.

“Son como postales. Impresiones que deberían dejar una impronta. No es como una novela, que llegas a tener una relación con ella, que es tu amante durante un tiempo, en cambio el cuento es el que te cogiste una noche y al día siguiente ya no lo volvés a ver, pero que te dejó algo”, explica el autor, una mezcla entre libanés, polaco y guatemalteco empacado en un cuerpo delgado y extremadamente blanco, con una cabeza calva y una barba prominente. Los dos libros que presenta hoy –a las 18:00 horas en la librería Sophos– vieron la luz en España, específicamente en La Rioja, pero ahora, gracias a la intervención de Philipe Hunzinker, los lectores guatemaltecos tendrán la oportunidad de conocerlos. Y no es poco, dado que son cuentos muy chapines, chapinísimos, para haberse repartido del otro lado del océano. Aparecen pequeños retratos de la guerra, del terremoto del 76, de los desaparecidos, de un judío en Guatemala, algo tan exótico como debe ser un chapín en La Rioja.

En “Clases de hebreo”, un niño se aferra a lo que le dicen sus padres y su maestra y trata de luchar por su judaísmo. Mientras que en “El lenguaje de los elefantes”, está su antítesis, un joven que rechaza la religión que le impusieron de niño. Hegel diría que de estos dos tendría que salir una síntesis, ¿cuál es?
– El niño lo que hace es regurgitar lo que le dijeron en la escuela. Es un niño que interpreta a través de los estímulos, pero qué pasa con ese niño cuando crece, una tesis es que termina confundido, como el personaje que va a Miami a buscar al padre de su amigo. No es que no sepa, es que no entienda, hay una confusión acerca del judaísmo muy grande. Pero hay una línea entre esos dos personajes.

Es una religión que es totalmente ajena a mí. Una religión infantil obligada. Los judíos tienden a ser muy aferrados a su judaísmo, lo inculcan con mucha fuerza, es muy difícil entrar si no eres parte de él y es muy difícil salir, no te dejan. Es mi rebelión en la postadolescencia a un tipo de imposición, la cual no entiendo y de la cual no quiero ser parte.
“Un judío siempre es judío”, dice uno de sus personajes:

– Eso lo dice mi mamá también, lo diría casi cualquier judío. Yo puedo decir que ya no lo soy, pero lo soy, igual que soy libanés, polaco y guatemalteco. Son capas de identidad. Todas son diferentes capas de quién soy, todas importantes y con un significado de identidad, no de práctica o de fe, sino de historia.

En el libro se plasman también las tradiciones, como el luto judío. Pero a pesar de las diferencias, parece que a la hora de la muerte todos somos iguales.
– Es un luto muy pesado. Los rituales son terribles. Desde que entierran el cuerpo, la familia inmediata se sienta en el suelo, no se puede cambiar de ropa, no se pueden afeitar, no se pueden bañar, están así siete días seguidos. Un rabino me dijo que es para sacar todo, sufrir. Es algo terrible, yo lo acabo de ver con la muerte de mi abuelo, es algo muy violento. Cuando el niño mira eso, es una especie de expulsión, salir del mundo protegido de la infancia. En la muerte de un ser querido también parte de uno muere y es el momento de muerte de esa inocencia.

La misma inocencia que hace que los niños encuentren en las tragedias motivos para divertirse. Como los pequeños que después del terremoto aprovechaban el polvo para dibujar…
– De niño no te das cuenta de la gravedad del asunto, que hubiera un terremoto, significaba que no hay colegio y hay polvito con el que se puede dibujar. Yo recuerdo muy bien la tanqueta frente al Colegio Americano a principios de los ochenta, yo viví eso adentro del colegio y nos poníamos a intercambiar tarjetas de béisbol. Para nosotros oír los disparos era un juego. Me interesa esa infancia, la infancia como el único paraíso que uno tiene. Porque en toda infancia, a pesar de ser una infancia de guerra, o privilegiada, o de pobreza, hay un tipo de paraíso, uno lo ve como un paraíso del cual es expulsado. Me interesan esos momentos de expulsión, el momento en que te das cuenta que el héroe no es el que se disfraza de héroe. La literatura te sirve para recuperar ese paraíso, para volver a meterme en ese paraíso.

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