En esta inquietante galería, Álvaro Uribe hace gala de su escritura fina y punzante, capaz de fijar en unos cuantos trazos una esencia, un carácter. Éste es un libro que sigue la tradición iniciada por Teofrasto y continuada por La Bruyere: retratar a personajes arquetípicos, prototípicos o sencillamente típicos de la sociedad.