“Los poetas somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros y conducir sus ojos y sus sentimientos hacia las cumbres más hermosas”, confiesa Miguel Hernández en la dedicatoria de Viento del pueblo (1936-1937). Y así surgen los poemas de este libro con su nota dinámica, su tono épico y su febril entusiasmo. El poeta a lo largo de toda la obra canta los dolores y aspiraciones del pueblo en guerra con el que se identifica totalmente.