“Es un lugar común decir que la prostitución es el oficio femenino más antiguo. Con esto se cubre de impunidad un fenómenos social en el que las mujeres resultan siendo mercancías para un sistema que busca el enriquecimiento a costa de vidas humanas. Esta forma de explotar los cuerpos de las mujeres, cercana a la esclavitud, ha sido una fuente de jugosas ganancias para muchos, menos para ellas que son las que padecen los efectos de esa práctica masculina de satisfacer sus ansias de poder. Poseer a una mujer, aunque sea a cambio de dinero, es para los machos un acto de empoderamiento, más que de placer,. Es demostrar -según los criterios misógenos- que ellos mandan, que ellos son quienes penetran y abusan, que su virilidad está activa.” Tomado de la introducción escrita por Ana Cofiño